jueves, 12 de enero de 2012

TODA CLASE DE PIELES

Este cuento es una adaptación del cuento Toda clase de pieles que nos contó la profesora en clase. Pienso que esta adaptación puede contarse en un cuarto de primaria, puesto que el vocabulario es sencillo y la extensión es adecuada, ya que para niños más pequeños sería muy largo el cuento.


Toda clase de pieles.



Hace muchos muchos años, había un castillo precioso en un lugar pequeñito. Allí vivía un rey y su bellísima mujer. La reina era la mujer más hermosa del mundo, la más hermosa de la historia. Toda la gente del lugar pensaba que era cómo una diosa, ya que su belleza era espectacular. Tenía unos largos cabellos dorados, como las princesas de los cuentos, era joven y divertida. El rey estaba muy enamorado de su esposa. Pero había algo que les preocupaba a los dos y por eso no podían ser felices. No conseguían tener hijos, y ellos querían un bebe para que su relación fuera perfecta.



Pasó el tiempo y la reina no conseguía quedarse embarazada. Un día de invierno la reina salió a pasear por los alrededores del castillo, y a su vuelta se encontraba muy mal. Empezó a ponerse enferma y no se recuperaba, y pasó un día y otro y otro. El médico fue varias veces al castillo y la última vez que fue habló con el rey y le dijo que él no podía hacer nada para curar a su esposa y que se tenía que despedir de ella porque se iba a morir.



El rey acude al cuarto donde está su esposa y la abraza la besa y la coge la mano. La esposa le dice: antes de morir quiero pedirte una cosa, ya que eres joven. Quiero que te cases con otra mujer más hermosa como yo, y así que tengáis hijos.- A las pocas horas la reina muere y el rey se queda muy triste.



Pasaron dos meses y los consejeros del rey le dicen que debe empezar a salir y a buscar otra esposa. El rey dice que es verdad, que está triste pero que tienen razón. Así que los consejeros empiezan a llamar a las princesas de los países cercanos, pero ninguna era más hermosa que su antigua esposa, por lo que siguieron buscando en los países más lejanos, pero nada, no encontraban a ninguna joven que fuera más bella que la antigua reina. Buscaron en la gente de la aristocracia, la clase media y nada, .buscaron entre las mujeres jóvenes y entre las no tan jóvenes, pero tampoco hallaron lo que buscaban



Y pasa el tiempo, los meses, los años, y el rey ya se había dando por vencido pensado que se iba a quedar soltero. A este rey le gustaba muchos pasear con su caballo, ya que se relajaba y olvidaba sus preocupaciones. Un día se levantó antes de lo normal y cogió su caballo, y se fue a pasear. Se alejó más que ningún día y llegó a una pradera preciosa, llena de flores y con un rio, y como empezaba la primavera comenzaba a hacer buen tiempo y decidió sentarse un rato para descansar. Mientras estaba allí descansado, vio a una bella joven que recogía unas flores al otro lado de la pradera. Fue andando para acercarse a ella y cuando estaba a apenas unos pasos se quedó parado, inmovilizado, no se lo podía creer. ¡Aquella joven era más bella que su antigua esposa!



Comenzó a hablar con ella y la pidió que se fuera a vivir a su castillo, que era muy hermosa y que quería casarse con ella. Pero lo que no sabía el rey es que aquella joven estaba enamorada de un joven que conoció en una fiesta de mascaras. La joven pensó que cómo se iba a casar con él si no le conocía y además estaba enamorada de otro hombre, claro el problema era que no sabía quien era aquel hombre que la había tratado tan bien, pues no estaba permitido que la gente dijese sus nombres en aquella fiesta, y además como le iba a decir que no al mismísimo rey. Así que decidió intentar ir a vivir con el rey y aceptar sus deseos.



El rey enseguida quiso casarse con ella pero ella no quería porque no estaba enamorada de él, pero eso no se lo podía decir al rey. La chica decidió pedirle al rey una cosa para alargar el casamiento. Ella le dijo: -Me casaré con vos pero para casar con vos os voy a poner una condición. Quiero que me regale un vestido tan dorado como el sol, otro vestido tan plateado como la luna y otro vestido tan brillante como las estrellas-. El rey la miró y la dijo que si eso es lo que quería así sería.



 Ella pensó que tardaría mucho tiempo en conseguir hacer todos los vestidos. El rey mando llamar a sus consejeros y les dijo que tenían que buscar el oro más puro y convertirlo en hilo para poder hacer el vestido tan dorado como el sol, que buscara la plata más hermosa para hacer el vestido tan plateado como la luna, y que buscara los diamantes más exquisitos para hacer con ellos el hilo tan brillante como las estrellas. Pero resulta que el rey tardó solo un año en conseguir a la muchacha aquellos tres vestidos. Al verlos ella pensó que le tenía que pedir otra cosa para que el tiempo pasase y alargar la boda. Ella le dio las gracias al rey por los regalos pero que esos vestidos eran para vestirse bien cuando hubiese ceremonias, pero que ella ahora quería el regalo de bodas. Este regalo era un abrigo, pero no un abrigo cualquiera ¡no!, era un abrigo hecho de toda clase de pieles de animales, todos los animales que existiesen su reino y en el mundo entero.



Como es normal ella pensaba que tardarían tanto tiempo en hacer el vestido que la daría tiempo a darse cuenta si podía llegar a querer algún día al rey o no, aunque no sabía si el rey se enfadaría por pedir tantas cosas. El rey pensó durante unos segundos y la dijo: -¿Eso es lo que quieres? Pues muy bien, pues tendrás tu abrigo de toda clase de pieles-.  El rey llamó a sus consejeros otra vez y les dijo lo que quería. Mandó a su gente por todo el mundo, ya que tenía mucho dinero y podía pagar a mucha gente. En apenas un año el vestido estaba hecho.  El rey llamó hizo llamar a la joven y la dijo: -Hija, aquí tienes tu regalo de bodas. Nos casaremos dentro de un mes-. Ella se dio cuenta que no podía vivir toda su vida una mentira porque seguía pensando en aquel joven que conoció en una fiesta, y no sabía como escapar de aquella situación.  Así que ideó un plan porque ella no se quería casar.



La joven que había crecido, pues cuando la encontró el rey era aun adolescente, cogió una cadena de oro que tenía, en la que llevaba una medallita en la que había un rizo del cabello de su madre, el anillo de bodas que le regaló su padre a su madre, ya que era un anillo que había pasado de generación en generación y era muy importante para ella, y por último cogió la mitad de un pequeño corazón que le había regalado aquel esbelto joven y lo metió todas las piezas que eran de oro en la cadenita. También cogió los tres vestidos y el abrigo de toda clase de pieles, pues en las noches iba a pasar mucho frio sino, ya que no sabía donde iba a ir de momento.



Era por la noche, así que tenía menos posibilidades de ser vista. Se puso su abrigo de toda clase de pieles que tenía una gran capucha y salió del castillo. Decidió que esa noche no iba a parar de andar pues no quería que la encontrasen los consejeros del rey. Por el día intentaba esconderse para que no la viesen y por la noche caminaba y caminaba para llegar lo más lejos posible y salir del reino.



Un día mientras amanecía, escuchó ruido de caballos y cuernos de caza y pensaba que eran los consejeros del rey que iban en su busca. Ella se escondió dentro de un árbol que tenía un gran agujero. Los perros que iban con los caballeros se pusieron a ladrar al árbol y el caballero se acercó para mirar que pasaba. El caballero vio el abrigo y pensó que era un animal extraño. Fue a cazarlo y de repente, escuchó una voz que le decía que no le hiciera daño, que era un animalito y el caballero muy intrigado la cogió y, al verla se dio cuenta que era una muchacha con la cara tiznada de barro. La llevaron al palacio y fue destinada a trabajar en la cocina puesto que nunca quiso revelar su auténtica identidad, ante el temor de que la obligaran a casarse con el rey.



La preciosa joven solo pensaba comer y pasar la noche allí, y al día siguiente irse, pero el cocinero la propone quedarse allí y que le ayudase en la cocina. Ella se lo pensó y decidió que si puesto que así ya no tendría que huir más y allí nadie la reconocería, ya que se había dado cuenta que se encontraba en otro reino. Ella se quedó ayudando en las cocinas ya que tenía mucho que aprender. El cocinero la regañaba de vez en cuando, porque era un poco refunfuñón, pero en verdad  la cogió mucho cariño y la trataba como a una hija. Ella siempre iba vestida con su abrigo de pieles y con la cara tiznada de barro.



Pasan los meses y el príncipe heredero, que fue uno de los que la encontró en el bosque, se tiene que casar. Para ello las princesas de otros reinos hacen un baile para que el príncipe las conozca a todas y pueda elegir con quien se casa. Ese baile duraría tres días. Llega el primer día de baile y toda clase de pieles, que así era como llamaba el cocinero a la joven, había estado toda la mañana preparando los manjares para los invitados y estaba agotada. Pero cuando se acerca el momento del baile piensa que a ella también la gustaría estar ahí como el resto, y ver todos los vestidos que llevan las princesas, así que le preguntó al cocinero si podía ver el baile, y como este no la contestaba le insistió e insistió, hasta que la dijo que sí pero con una condición: que vuelva a las cocinas antes de que acabe el baile para recoger todo lo de la fiesta. Toda clase de pieles va corriendo a su habitación, se quitó el abrigo, se lavó la cara, se cepilló su maravilloso pelo y se vistió con el vestido tan dorado como el sol y se fue al baile.



Entró en el baile y todo el mundo se giró para mirarla, no entendían que hacía una muchacha así sola en un baile. El príncipe la miró y le pareció una muchacha muy bella. Se acercó para bailar con ella y estuvieron toda la noche bailando. Ella enseguida se dio cuenta que aquel joven era el de la fiesta de máscaras, ya que le reconoció por la voz, pero se dio cuenta que él a ella no. Cuando estaba terminando el baile, toda clase de pieles dice que se tiene que ir y se va corriendo y el príncipe la intenta seguir pero al final la pierde. Ella se va a su cuarto, se pone el abrigo de toda clase de pieles, recoge su cabello rubio en la capucha, se tinta la cara y las manos y bajo corriendo a las cocinas.



El cocinero la regañó porque la dijo que volviese pronto y tienen que recoger lo del baile y hacer la sopa al príncipe para que se pueda dormir… Entonces el cocinero como castigo la dice que le haga la sopa al príncipe. Ella hace la sopa, la hecha en un bol y se quita la cadenita. Coge una de las 3 piezas que tenía en ella, la medallita con el cabello de su madre, y la echa dentro del bol. El cocinero además de hacer la sopa la dice que se la suba a la habitación del príncipe. Ella llama a la puerta y dice: -¡Majestad!- Y él le responde: -Pase, pase.-



Ella le deja la sopa, se despide y se va. El príncipe empieza a tomar la sopa y piensa que está muy buena y encuentra una pieza. La limpia y la deja encima de la mesa. La observa y se da cuenta que es una medallita, la abre y ve un trozo de un cabello brillante y dorado. Al notar que la sopa estaba más buena de lo normal decide bajar a las cocinas y preguntar al cocinero que quién la había hecho. El cocinero le dice: -Yo, señor. ¿Estaba mal la sopa?-. El príncipe le dice: -No, es la sopa más buena que he tomado en mi vida. Y solo venía a felicitarte-. Se despiden y el príncipe vuelve a su cuarto.



Llega el segundo día de baile y otra vez lo mismo. Toda clase de pieles trabaja muy duro durante todo el día. Pero cuando llega el momento del baile pide al cocinero que la deje ver el baile. El cocinero, al final, la dice que si pero con la condición de que esté antes de que acabe el baile en las cocinas porque además tenía que volver a hacer la sopa al príncipe porque le gustó mucho. Toda clase de pieles se va a su habitación, se quita el abrigo, se puso el vestido tan plateado como la luna, se cepilla su cabello rubio, se limpia la cara y las manos y baja al baile. El príncipe la vuelve a ver y va hacía ella para poder bailar juntos. Bailaron toda la noche y él la preguntaba que de dónde era, quién era… pero ella no le contestaba porque pensaba que si le decía que trabajaba en las cocinas no iba a querer saber nada de ella y prefería esperar al último día de baile.



Cuando está terminando el baile se va corriendo a la habitación, se pone el abrigo de pieles, se tinta la cara y las manos y, como sabe que le va a hacer la sopa al príncipe, coge otra pieza de su cadenita, era el anillo de su madre. Baja a cocina y el cocinero la dice que llega tarde otra vez. Toda clase de pieles hace la sopa para el príncipe, la vierte en un bol y mete en la sopa la pieza.

Ella llama a la puerta y dice: ¡Majestad!

Y él le responde: Pase, pase.



Ella pasa y le da la sopa, el príncipe le da las gracias. Ella se va y él se la empieza a tomar pero va buscando haber si ve otra pieza como la del día anterior. La encuentra, la limpia y la deja encima de la mesa. El príncipe empieza a pensar que esas piezas pueden tener algo que ver con la mujer con la que ha estado bailando esos días. Bajo otra vez a las cocinas y le pregunto al cocinero que quién había hecho la sopa. El cocinero le dice: -Yo, señor. ¿Le pasaba algo a la sopa?-. El príncipe le dice: -No, pero ¿no le ha ayudado nadie ha hacerla?-. El cocinero le dice: - Sí, me ha ayudado la cocinera. El príncipe empieza a sospechar e idea un plan para la última noche de baile. Ellos se despiden y el príncipe vuelve a su habitación.



Era el último día de baile y el príncipe tenía que elegir esposa. Toda clase de pieles trabaja muy duro durante todo el día. Pero cuando llega el momento del baile pide al cocinero que la deje ver el baile. El cocinero, al final, la dice que si pero con la condición de que esté antes de que acabe el baile en las cocinas porque además tenía que volver a hacer la sopa al príncipe, ya que le gustaba más la suya que la que él hacía antes. Toda clase de pieles se va a su habitación, se quita el abrigo, se puso el vestido tan brillante como las estrellas, se cepilla su cabello rubio, se limpia la cara y las manos y baja al baile. Estaba resplandeciente con ese vestido y cuando entró en el baile todo el mundo la miraba. El príncipe fue hacía ella, como todas las noches, bailó y habló con ella. La conversación que tenían era tan interesante que el príncipe la colocó el anillo en la mano y ella no se enteró. El mismo anillo que le dio ella la noche anterior con la sopa.



Cuando llegó el momento de terminar el baile ella salió corriendo. Era más tarde de lo habitual y se puso el abrigo de pieles, se tintó la cara y las manos como pudo, pero no la dio tiempo a recogerse el pelo, solo se lo pudo esconder bajo la capucha, y, como sabe que le va a hacer la sopa al príncipe, cogió otra pieza de su cadenita, la mitad del corazón que él le había regalado, y que ella se había dado cuenta que la otra mitad la llevaba en otra cadena el príncipe.



Baja a cocina y el cocinero la dice que llega tarde otra vez, más tarde incluso que otros días. Toda clase de pieles hace la sopa para el príncipe, la echa en un bol y mete en la sopa la pieza del medio corazón que le había regalado él. Ella llama a la puerta y dice: -¡Majestad!-. Y él le responde: -Pase, pase.



Ella pasa y le da la sopa. El príncipe la dice: -Espere aquí un momentito que termino la sopa y así se la puede llevar-. Ella estaba muy nerviosa y más porque el príncipe no la dejaba de mirar, sobre todo las manos, y ella no lo entendía. Cuando estaba apunto de terminar la sopa el príncipe dice: - ¿Qué hay aquí? Pero si es la mitad de un corazón. Un corazón que le entregué una vez a una hermosa joven en un baile-, toda clase de pieles se empieza a poner roja, - ¿tu no sabrás de quién puede ser este anillo verdad?-.



El príncipe se acerca a ella la desabrocha el abrigo y ve que debajo del abrigo estaba el vestido tan brillante como las estrellas. Él le dijo: - Hay algo que tienes que te puse antes en el baile que te pertenece, pero aun así me diste la otra noche-, entonces ella se miró la mano y vio que tenía el anillo en su dedo anular, y mientras tanto el príncipe la decía: - Este es el anillo con el que te quiero pedir que te cases conmigo y que me hicieras el hombre más feliz del mundo, puesto que veo que es muy importante para ti. Además te quiero entregar la otra mitad del corazón que ya te di una vez, pues quiero que sepas que todo mi corazón es tuyo ahora-. Toda clase de pieles dijo que si a la proposición de matrimonio y acepto el corazón de oro que le daba el príncipe, y fueron muy felices, pues toda clase de pieles nunca volvió a saber nada de aquel otro rey que la quería obligar a casarse con él.








1 comentario:

  1. Perfecto, pero ten cuidado porque te pasas del pasado al presente y del presente al pasado con una facilidad pasmosa. En este tipo de relatos folclóricos es mejor el pasado.

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